martes, 6 de octubre de 2015

El indestructible monstruo del cibersexo infantil


Así como el navegador de mayor tráfico online, Google, tuvo su origen en un sótano estadounidense hacia finales del siglo pasado; sólo se necesitan cámaras web conectadas a internet en chabolas filipinas para organizar el invisible tráfico humano del presente. Menores  hasta de cinco años son forzados a interactuar desnudos frente a ordenadores para disfrute de pedófilos de países desarrollados, que apagan sus portátiles para volver al trabajo después de violarlos virtualmente. “Un chico me ofreció aparecer frente a la cámara cuando tenía 11 años. Una vez allí, me pidió que me desnudara por 500 pesos [10 euros]”, relata Teresita (nombre ficticio para preservar su privacidad), filipina de 18 años, quien nunca vio la cara de su agresor virtual. Protegidos por el anonimato de la red, los pederastas utilizan tarjetas de crédito pre-pago difíciles de rastrear para recompensar a familias o vecinos de las víctimas, quienes lideran el negocio del cibersexo infantil.

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Definido por Naciones Unidas como Turismo Sexual de Cámaras Web (WCST, en sus siglas en inglés), el cibersexo con menores es una industria en expansión en Filipinas, como muestran las más de 2.000 transacciones económicas unidas a este mercado ilegal en el corto periodo de dos años, y sólo en la provincia de Cebu. En 2013, la policía filipina descubría una red de explotación sexual infantil tras el contrachapado de la casa de la apodada por la prensa local como "reina del ciberporno", en los suburbios del barrio cebuano de Cordova. Durante varios años, más de 30 menores filipinos fueron víctimas de abusos retransmitidos a través de internet por E. Ontong y su marido, que percibieron un total de 200.000 euros de pederastas virtuales de todo el mundo; según recoge Bloomberg.
Coincidiendo con el escándalo en Cordova, fuerzas policiales del país asiático y de la Interpol destaparon una auténtica red global de abusos sexuales a menores filipinos organizada por internet. En curso desde 2012, la Operación Endeavour ha permitido la liberación de 11 niños filipinos y la detención de 29 ciudadanos de diferentes nacionalidades (la mayoría, europeos y australianos), además de la investigación a 700 sospechosos de comprar contenido sexual online por valor de más de 53.700€, según informa el Centro de Protección para la Explotación Infantil Online (CEOP), dependiente de la Agencia Nacional del Crimen de Reino Unido. “No podemos dar más información ahora, pero esperamos realizar más arrestos en el futuro y seguimos trabajando con nuestros colegas alrededor del mundo”, explica por email Hannah Bickers, responsable de comunicación de la agencia británica.
Filipinas está “haciendo grandes esfuerzos con recursos limitados” para luchar contra el tráfico humano, recoge el Índice de Esclavitud Global de 2014, publicado por Walk Free Foundation (WFF); organización centrada en la erradicación de la esclavitud moderna. “De 2005 a 2014 se han producido 36 condenas [relacionadas con tráfico de personas] sólo en Cebu, de las que 16 ocurrieron el año pasado”, explica Fernando King Gobalane. Como Fiscal Regional y también jefe del Consejo Interinstitucional Contra el Tráfico (IACAT) en Cebu, el cargo de Gobalane combina la investigación judicial y la acción policial para agilizar la persecución de criminales. Esta medida, junto al endurecimiento de las penas, son algunas de las mejoras alcanzadas gracias a la Ley Contra el Tráfico de Personas (2013). La norma sustituye a la antigua ley de 2003, que convirtió a Filipinas en el primer país de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) en legislar estos crímenes.


Junto a los establecimientos dedicados a la prostitución, las aceras de la ciudad de Cebu están infestadas de niños de la calle forzados a ejercer esta actividad. / ÁNGEL L. MARTÍNEZ
La nueva ley ha sido aplaudida por el Informe sobre Tráfico de Personas de Estados Unidos de 2015, pero el análisis del Departamento de Estado americano también señala que los esfuerzos del Gobierno por reducir la demanda de comercio sexual fueron "inapreciables", por lo que Filipinas tiene un largo camino por recorrer hasta eliminar esta lacra. Un trayecto que se complica aún más a medida que el país asiático se incorpora a la autopista de la información de internet.

Cambios en la industria

“Me gustaría conseguir un trabajo relacionado con ordenadores”, dice Gloria (nombre ficticio para preservar su privacidad), de 16 años y natural de Cebu. A pesar de haber sido víctima de abusos sexuales online cuando tenía 13 años, su sueño profesional ejemplifica los cambios que vive la sociedad filipina. El acceso a internet del país ha pasado de un 2% a casi el 50% en una década, transformando también su industria, incluido el negocio del sexo.
Ubicado en el centro del archipiélago, la isla de Cebu y su capital siempre han sido fuente, tránsito y destino del tráfico humano sexual e infantil. Junto a los eufemísticamente llamados bikini bars, las aceras de la capital están infestadas de niños de la calle forzados a mantener relaciones sexuales con filipinos y extranjeros para conseguir dinero. Pero la industria de la prostitución está cambiando. Desde 2010, la economía regional ha excedido el Producto Interior Bruto Nacional como resultado del crecimiento de sector turístico y el de las tecnologías de la información. El ejemplo de éste último son las 17 nuevas empresas extranjeras relacionadas con Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) que han entrado en el renovado mercado de la ciudad. Oculto por los flamantes edificios de oficinas que forman parte ya del paisaje de Cebu, se esconde la industria del cibersexo. En las barriadas salpicadas de pastelerías, carnicerías y comedores callejeros, también los cibercafés se han multiplicado junto a los logos de Western Union y otras compañías de transacciones monetarias. Es un entramado que ha permitido el cultivo de pequeños negocios alrededor de la explotación sexual infantil online con la connivencia de la comunidad local y el consentimiento de las familias, atraídas por el dinero fácil.


Organizaciones como FORGE ofrecen refugio y recursos para educación a víctimas de abuso sexual infantil, entre los que también hay varones. / ÁNGEL L. MARTÍNEZ


Menores filipinos en un cibercafé de Cebu. El acceso a internet en el país asiático ha pasado de un 2% a casi el 50% en una década. / ÁNGEL L. MARTÍNEZ
“La primera vez no supe cómo mi hija ganó esos 1.000 pesos [20 euros]. Nuestra vecina tenía un amigo en Australia que quiso ayudarnos económicamente a costa de ver el vientre de mi hija. Ella [la vecina] se quedaba con el dinero y tuve que pedírselo. Al fin y al cabo, fue my hija quien lo ganó”, se justifica la madre de Gloria, quien hace cuerdas de abacá a mano que vende por 16 euros mientras su marido gana menos de cuatro al día como pescador. Con algo más de 50 euros familiares para mantener a ella y a su hermana, la pequeña Gloria empezó en el llamado online show-show tres veces por semana, duplicando las ganancias de sus padres.
Gloria fue presa del negocio del sexo online durante dos años, hasta que su madre decidió visitar FORGE, una de las organizaciones locales que ofrecen alternativas a las familias pobres de Cebu. Más del 25% de la población de esa región central de Filipinas vive por debajo del umbral de la pobreza, según datos de la Junta Nacional de Coordinación Estadística. Pero no sólo las familias humildes están atrapadas en las redes del cibersexo, sino que las autoridades confirman que este tipo de prostitución virtual aumenta en los meses en que los jóvenes estudiantes filipinos tienen que pagar las tasas escolares.
Entre 2012 y 2013, el Ministerio de Asuntos Sociales y Desarrollo de Filipinas atendió 150 casos de pornografía y ciber-pornografía infantil. Pero esto es sólo la punta del iceberg. Una reciente encuesta realizada por FORGE entre 300 niños abusados sexualmente por Internet revela que éstos “entienden el cibersexo como una mejora con respecto a la prostitución tradicional por el anonimato y por el menor riesgo de violencia física” mientras que “algunos de los padres consideraban que el cibersexo no suponía ningún daño para sus hijos ya que no había contacto físico con los agresores, generalmente extranjeros”. Ante la permisividad de la comunidad, el dinero sigue fluyendo a las cuentas de los bugaws(proxenetas, en la lengua tagalo), que organizan el metamórfico negocio del cibersexo infantil.
Vídeo de ‘Sweetie’, modelo 3D de una niña filipina de 10 años diseñado por la ONG Terre des Hommes; con la que se rastreó a más de 1.000 pedófilos de 63 países

Vídeo de Sweetie, modelo 3D de una niña filipina de 10 años diseñado por la ONG Terre des Hommes; con la que se rastreó a más de 1.000 pedófilos de 63 países

Acabar con un mercado internacional cambiante

Alrededor de 750.000 pederastas están conectados a la red en cada momento, según la ONU y el FBI. El turismo sexual de cámaras web está tipificado como crimen en muchos países. El año pasado, el Tribunal Supremo de Filipinas avaló la constitucionalidad de la Ley de Prevención del Cibercrimen (2012), dando lugar al nacimiento de las divisiones policiales anti-tráfico y anti-ciberpornografía. Sin embargo, el turismo sexual de cámaras web sólo se considera un crimen cometido por el suministrador; como productor, distribuidor o poseedor de material relativo a la pornografía infantil. Mientras que los pedófilos que ven el material pueden quedar impunes. “Es imposible probar estos crímenes. Primero se necesita una víctima, pero muchos niños no comparecen porque forman parte del negocio para mantener a sus familias. También se necesita un testigo, pero no hay tal cosa en internet. Y las evidencias son escasas si los criminales no se descargan material audiovisual y apagan sus ordenadores tras el crimen. Así que sin víctimas, testigos o pruebas… no hay caso”, sentencia Hans Guijt, director de programas y campañas en la ONG Terre des Hommes.
La organización holandesa aboga por medidas más proactivas, trasladando el foco de acción de los proveedores a los demandantes de este negocio. En 2013, investigadores de Terre des Hommes desarrollaron un modelo 3D por ordenador de una niña filipina de 10 años, a partir de la cual consiguieron rastrear más de 1.000 pedófilos de 63 países diferentes usando la información que éstos les brindaban. Desde entonces, tres personas han sido condenadas y otras tres acusadas de mantener conversaciones sexuales con Sweetie (el nombre con el que se bautizó a la menor filipina virtual creada por el equipo de investigación). La dificultad para condenar a estos cibercriminales estriba en la posesión o no de material pornográfico, ya que muchos de ellos se sirven de conocidos y legítimos sistemas, como Skype, para la retransmisión en vivo del abuso. El centro Europeo del Cibercrimen (EC3) confirma que el uso de estos servicios web no-comerciales se ha extendido ya entre los pedófilos.


Una trabajadora social habla con Teresita (de 18 años y nombre ficticio), quien a los 11 ya se desnudaba frente a cámaras webs por 10 euros. / ÁNGEL L. MARTÍNEZ
“Hay formas de disuadir, advertir y ahuyentar a estos individuos antes de que cometan los crímenes, pero se creen inmunes, intocables y anónimos. La policía debe tener potestad para patrullar las áreas públicas de internet, como lo hace en las calles. Internet debe ser libre pero no anárquico”, explica el profesor Stefan Bogaerts. Experto en psicología forense y anormal en la Universidad holandesa de Tilburg, Bogaerts ha entrado a formar parte del equipo de Terre des Hommes para desarrollar Sweetie 2.0 y probar la efectividad de las intervenciones proactivas. El nuevo sistema supervisará espacios de internet estableciendo conversaciones con potenciales pederastas y enviando advertencias a esos pedófilos. Los creadores esperan que el proyecto ofrezca una estimación fiable de la dimensión de este abominable fenómeno.
Pero el problema del cibersexo infantil no ha hecho más que empezar y quedan muchas lagunas virtuales en las que los cibercriminales operan. El año pasado y por primera vez, se descubrió una red de abusos a menores que estaba financiada exclusivamente con Bitcoins (moneda criptográfica para transacciones virtuales). También un estudio reciente de la Universidad británica de Portsmouth muestra que más del 80% de los sitios visitados en la red Tor (también llamada dark web o web oscura) están relacionados con abuso sexual a menores. Esta nueva mutación de la industria supone una migración de los sistemas tradicionales de pago y visitas a una insólita red y economía digital. Una vez más, los criminales tecnológicos están un paso por delante de la comunidad internacional. Aún más en el caso de gobiernos como el de Filipinas, que intenta librar la batalla digital del tráfico humano a nivel global con insuficientes recursos nacionales.

“Poner fin a la violencia contra los niños es una cuestión urgente…
Para convertirse en una prioridad, la eliminación de la violencia contra los niños
necesita grandes cualidades políticas y un gran apoyo de la sociedad civil.”
Los adultos también deben ser usuarios de internet, conscientes y responsables y saber
dónde pueden reportar casos de pornografía infantil que fueran reportados. En el Reino
Unido, la Internet Watch Foundation, hace un seguimiento de quejas sobre material ilegal en
internet (www.iwf.org.uk). En los Estados Unidos, se puede denunciar
• la pornografía en línea en el sitio www.cybertipline.org, sitio que también es monitoreado por
el Centro Nacional de Niños Desaparecidos y Explotados. Existe un sitio web,
www.inhope.org, donde cualquier individuo puede hacer denuncias de cualquier país, en el
lenguaje de ese país. La responsabilidad de detener a los depredadores en línea es de toda la
comunidad internacional y la gente pueden hacer realmente la diferencia.